Primer Lectura: Gén 46,1-7.28-30:
«Puedo morir en paz»
Salmo: 37:
«El Señor es quien salva a los justos»
Evangelio: Mt 10,16-23:
«El Espíritu hablará por ustedes»
14ª Semana Ordinario, San Benito (517)
16 Miren, yo les envío como ovejas en medio de lobos: sean astutos como serpientes y sencillos como palomas.
17 ¡Cuidado con la gente!, porque les entregarán a los tribunales y los azotarán en sus sinagogas.
18 Les harán comparecer ante gobernadores y reyes por mi causa, para dar testimonio ante ellos y los paganos.
19 Cuando les entreguen, no se preocupen por lo que van a decir;
20 pues no serán ustedes los que hablen, sino el Espíritu de su Padre hablará por ustedes.
21 Un hermano entregará a la muerte a su hermano, un padre a su hijo; se rebelarán hijos contra padres y los matarán.
22 Serán odiados por todos a causa de mi nombre. Quien resista hasta el final se salvará.
23 Cuando les persigan en una ciudad, escapen a otra; les aseguro que no habrán recorrido todas las ciudades de Israel antes de que venga el Hijo del Hombre.
La migración obligada en los niños, niñas y adolescentes y, en general, en la familia tiene un impacto en su salud física, anímica. El bienestar integral queda comprometido por estar expuestos a peligros, enfermedades, violencia, explotación sexual o discriminación. Es un peregrinar, muchas veces sin retorno y con destino indefinido. Son muchos los lobos que quieren sacar provecho de la vulnerabilidad del migrante. El evangelio de hoy nos motiva a asumir una actitud astuta y sencilla, impulsando iniciativas y proyectos que mitiguen este dolor. Abramos nuestras comunidades a la hospitalidad. Comencemos por el ejercicio de escucha e inmersión en la realidad de nuestros migrantes; conozcamos sus sentimientos, dificultades, sufrimientos, anhelos y logros. Oremos al Señor para que tengamos corazones y oídos dispuestos para acoger y a escuchar la súplica de quienes pasan mayor necesidad.
“La cruz, sobre todo los cansancios y los dolores que soportamos por vivir el mandamiento del amor y el camino de la justicia, es fuente de maduración y de santificación” (GE 92).