21 de Diciembre del 2025

4º DE ADVIENTO 

San Pedro Canisio (1597)

 

Isaías 7,10-14: La virgen dará a luz un hijo

Salmo 24: «Que entre el Señor, el rey de la gloria»

Romanos 1,1-7: Jesucristo, Hijo de Dios.

Mateo 1,18-24: Jesús nacerá de María

El nacimiento de Jesús, Mesías, sucedió así: su madre, María, estaba comprometida con José, y antes del matrimonio, quedó embarazada por obra del Espíritu Santo. 

19 José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, pensó abandonarla en secreto. 

20 Ya lo tenía decidido, cuando un ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María como esposa tuya, pues la criatura que espera es obra del Espíritu Santo. 

21 Dará a luz un hijo, a quien llamarás Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados. 

22 Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por medio del profeta: 

23 Mira, la virgen está embarazada, dará a luz a un hijo que se llamará Emanuel, que significa Dios con nosotros. 

24 Cuando José se despertó del sueño, hizo lo que el ángel del Señor le había ordenado y recibió a María como esposa.

 

Comentario 

El pasaje de Isaías cobra relevancia en pueblos que vivimos decepcionados de nuestros gobiernos. Latinoamérica es una región que anhela ser dignificada y liberada en sus empobrecidos. Dios se dirige a Acaz para brindarle una señal al pueblo que reclama desesperado. El signo al que han de prestarle atención es a las mujeres gestantes, a punto de dar a luz. En los recién nacidos, Dios quiere devolver la esperanza de futuro. Reconozcamos que a los adultos la vida y los años nos transforman en personas conformes y, en algunos casos, conformistas y renegones. Es labor de las familias cristianas y de las comunidades de fe, gestar esos anhelos de vida nueva. La promesa salvadora de Dios, continúa renaciendo en nuestros pueblos. ¿No lo notas?  

Pablo, por su parte, recuerda a los cristianos de Roma el fundamento y razón de su fe: Jesucristo, Hijo de Dios y Señor nuestro. Porque nació, murió y resucitó para llevar adelante el plan redentor-salvífico, recibimos la gracia de dar testimonio y alentar a otros a abrazar el mensaje de la Buena Nueva. Esa semilla depositada en nuestros corazones espera dar frutos de vida y de justicia. Es responsabilidad nuestra propagar o acallar el mensaje. La pregunta, a este respecto, en Adviento y en la celebración de las tradicionales posadas: ¿Qué sentimientos genera la venida de Jesús a mi vida? ¿Le reconozco cómo para abrirle las puertas de mi corazón o me encuentro afanado en otras cosas?

Mateo nos relata la concepción y el nacimiento de Jesús por obra del Espíritu Santo. Y, cómo José, siendo dócil a la voz de Dios, acepta a María y al niño para formar una familia, no según el modelo judío de entonces, sino forjando la personalidad del que sería el libertador de Israel. Esto nos remite a los hogares y familias de donde procedemos, donde por circunstancias diversas, no siempre se está atento a recibir esa guía de Dios. José es un modelo de obediencia y confianza en la voluntad divina, demostrando que incluso en tiempos de incertidumbre, lo mejor es no desesperar, ni tomar decisiones apresuradas. 

En conjunto, la liturgia de la Palabra nos invita a ser gestores de esperanza, bajo modelos de familia no ideales, sino desde esas realidades disfuncionales donde se aprenda a vivir de la mano de Dios y a confiar en su compañía. La promesa de un Dios Salvador presente entre nosotros, la constatación de que su gracia nos sostiene y dignifica, no sólo nos prepara para ser testigos de su nacimiento, sino para vivir felices y en paz.

“Todos somos hijos. Y esto nos reconduce siempre al hecho de que la vida no nos la hemos dado nosotros mismos, sino que la hemos recibido” (AL 188).