5º día de la Octava de Navidad
San Tomás Becket (1170)
1Jn 2,3-11: «Quien permanece en él, vive como él»
Sal 96: «Alégrese el cielo, goce la tierra»
Lc 2,22-35: «Mis ojos han visto tu salvación»
Cuando llegó el día de su purificación,
23 de acuerdo con la ley de Moisés, lo llevaron a Jerusalén para presentárselo al Señor, como manda la ley del Señor lo llevaron a Jerusalén para presentárselo al Señor, como manda la ley del Señor: Todo primogénito varón será consagrado al Señor;
24 además ofrecieron el sacrifico que manda la ley del Señor: un par de tórtolas o dos pichones.
25 Había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre honrado y piadoso, que esperaba la liberación de Israel y se guiaba por el Espíritu Santo.
26 Le había comunicado el Espíritu Santo que no moriría sin antes haber visto al Mesías del Señor.
27 Conducido por el mismo Espíritu, se dirigió al templo. Cuando los padres introducían al niño Jesús para cumplir con él lo mandado en la ley,
28 Simeón lo tomó en brazos y lo bendijo a Dios diciendo:
28 Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo:
29 Ahora, Señor, según tu palabra, puedes dejar que tu sirviente muera en paz
30 porque mis ojos han visto a tu salvación,
31 que has dispuesto ante todos los pueblos
32 como luz para iluminar a los paganos y como gloria de tu pueblo Israel.
33 El padre y la madre estaban admirados de lo que decía acerca del niño.
34 Simeón los bendijo y dijo a María, la madre: Mira, este niño está colocado de modo que todos en Israel o caigan o se levanten; será signo de contradicción
35 y así se manifestarán claramente los pensamientos de todos. En cuanto a ti, una espada te atravesará el corazón.
Comentario
El pasaje de Lucas nos muestra las expectativas de liberación de Israel en las palabras del anciano Simeón. Vemos como Jesús pertenece a una familia que respeta y abraza la ley como expresión de su fe. Simeón, guiado por el Espíritu Santo, reconoce en el niño Jesús, el cumplimiento de la promesa salvadora de Dios. Sus ojos han visto en la fragilidad de un pequeño niño, una luz capaz de disipar las tinieblas. En esta perspectiva, todo niño o niña que viene al mundo tiene el potencial de convertirse en fuente de esperanza para el mundo. Ojalá esto pensarán quienes, queriendo o no, deciden terminar con una vida inocente antes de nacer. Evitemos juzgar a quienes por una cuestión médica deben elegir, pero no permitamos que una cultura de muerte se vaya apoderando, más y más, de nuestro aprecio por la vida. Simeón advierte a la madre que su hijo será signo de contradicción y que también ella sufrirá mucho por él. Acompañemos y sostengamos la vida con amor, la propia y la ajena.
“Los ancianos ayudan a percibir la continuidad de las generaciones», con «el carisma de servir de puente” (AL 192).
