LA SAGRADA FAMILIA: JESÚS, MARÍA Y JOSÉ
Eclesiástico 3,2-6.12-14: «El que teme al Señor honra a sus padres»
Salmo 128: «Dichoso el que respeta al Señor y sigue sus caminos»
Colosenses 3,12-21: «Sopórtense y perdónense mutuamente»
Lucas 2,41-52: El niño crecia en el saber, en estatura y en gracia
Para la fiesta de Pascua iban sus padres todos los años a Jerusalén.
42 Cuando cumplió doce años, subieron a la fiesta según costumbre.
43 Al terminar ésta, mientras ellos se volvían, el niño Jesús se quedó en Jerusalén sin que sus padres lo supieran.
44 Pensando que iba en la caravana, hicieron un día de camino y se pusieron a buscarlo entre los parientes y los conocidos.
45 Al no encontrarlo, regresaron a buscarlo a Jerusalén.
46 Luego de tres días lo encontraron en el templo, sentado en medio de los doctores de la ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas.
47 Y todos los que lo oían estaban maravillados ante su inteligencia y sus respuestas.
48 Al verlo, se quedaron desconcertados, y su madre le dijo: Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados.
49 Él replicó: ¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que yo debo estar en los asuntos de mi Padre?
50 Ellos no entendieron lo que les dijo.
51 Regresó con ellos, fue a Nazaret y siguió bajo su autoridad. Su madre guardaba todas estas cosas en su corazón.
52 Jesús crecía en el saber, en estatura y en gracia delante de Dios y de los hombres.
Comentario
Además de encontrarnos dentro de la Octava de Navidad, este domingo nos regala la oportunidad de agradecer por esos vínculos estrechos que establecemos, de sangre o por afinidad, que llegan a convertirse en el espacio familiar. La liturgia de la Palabra nos ofrece enseñanzas valiosas sobre las relaciones familiares y la forma en la que pueden influir en el éxito o fracaso de sus miembros.
En el libro del Eclesiástico, se enfatiza el respeto y la honra hacia los padres como un deber sagrado. En la sociedad del descarte los que salen perdiendo son aquellos que aportan poco y se convierten en una carga. Poco se valora la sabiduría, la experiencia o la compañía. Honrar a los padres se vincula con el respeto generacional de quienes sembraron la semilla, lucharon porque creciera y se han sacrificado para ver sus frutos. Esto resalta la necesidad de comunidades cristianas o comités vecinales que cuiden a sus miembros más débiles, una preocupación central en el Reino anunciado por Jesús.
Pablo a exhorta la comunidad cristiana de Colosas a vestirse con sentimientos que construyan y reparen vínculos, como la humildad, la paciencia y el perdón. Una exhortación a establecer relaciones familiares y de comunidad que tengan como cimiento el amor de Dios. Esto se notará si velamos por el bienestar de los demás. Construir relaciones simétricas y recíprocas, que incluyan el respeto y la mutua valoración, entre esposos, de padres a hijos, de hijos a padres, entre hermanos, etc.
El pasaje de Lucas narra la historia del joven Jesús en el templo, en un encuentro intergeneracional respetuoso e intercambio de sabiduría. Parece normal, más en aquella sociedad del siglo I, que el mundo adulto se presente con autoridad desafiante hacia los menores. Podríamos intentar crear esos puentes de encuentro y de diálogo, tan ausentes hoy en día. Si la educación es vista como una herramienta crucial para empoderar a las personas, evitando que sean manipulables; es importante que en las comunidades cristianas se abran espacios de enriquecimiento intercultural, intergeneracional e interreligiosos. El hecho de que María guarde estas experiencias en su corazón sugiere la importancia de la memoria y la reflexión posteriores.
La fiesta que hoy celebramos nos debe invitar a agradecer la capacidad que contenemos de ser familia-comunidad. Abrirnos a nuevos vínculos siempre nos enriquece, pero no olvidemos reparar aquellos vínculos familiares que con el tiempo se han descuidado. Elevemos una oración sincera a Dios, por aquellas familias que se encuentran en dificultades y han perdido la paz.
“Santa Familia de Nazaret, haz también de nuestras familias lugar de comunión y cenáculo de oración, auténticas escuelas del Evangelio y pequeñas iglesias domésticas” (AL 325).
