6º día de la Octava de Navidad
San Juan Ma. Bocardo (1884)
1Jn 2,12-17: El que hace la voluntad de Dios permanece para siempre
Sal 96: «Alégrese el cielo y goce la tierra»
Lc 2,36-40: Ana hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Israel
Al principio existía la Palabra y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios.
2 Ella existía al principio junto a Dios.
3 Todo existió por medio de ella, y sin ella nada existió de cuanto existe.
4 En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres;
5 la luz brilló en las tinieblas, y las tinieblas no la comprendieron.
6 Apareció un hombre enviado por Dios, llamado Juan,
7 que vino como testigo, para dar testimonio de la luz, de modo que todos creyeran por medio de él.
8 Él no era la luz, sino un testigo de la luz.
9 La luz verdadera que ilumina a todo hombre estaba viniendo al mundo.
10 En el mundo estaba, el mundo existió por ella, y el mundo no la reconoció.
11 Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron.
12 Pero a los que la recibieron, a los que creen en ella, los hizo capaces de ser hijos de Dios:
13 ellos no han nacido de la sangre ni del deseo de la carne, ni del deseo del hombre, sino que fueron engendrados por Dios.
14 La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y verdad.
15 Juan grita dando testimonio de él: Éste es aquél del que yo decía: El que viene detrás de mí, es más importante que yo, porque existía antes que yo.
16 De su plenitud hemos recibido todos: gracia tras gracia.
17 Porque la ley se promulgó por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad se realizaron por Jesús el Mesías.
18 Nadie ha visto jamás a Dios; el Hijo único, Dios, que estaba al lado del Padre. Él nos lo dio a conocer.
Comentario
Dispongámonos a celebrar con fe el último día del año. Hagamos un tiempo para el silencio: agradezcamos por todo lo vivido, por lo bueno y lo malo; también, por las personas que han formado parte importante en nuestro caminar; retomemos las lecciones aprendidas y pensemos en aquello que necesitamos soltar y no arrastrarlo hacia el nuevo año; reconciliémonos y celebremos la vida, la familia y la comunidad. Juan nos invita a ponderar el peso y el poder de “la Palabra”, su fuerza creativa y redentora. Una “Palabra” que busca encarnarse en nuestra vida e iluminarla. En medio de tanta “palabra” engañosa y manipuladora, es bueno sabernos al amparo de una palabra verdadera. Si hacemos bien nuestra revisión de vida y examen de conciencia, sería oportuno pedir perdón por la palabra hiriente que debimos no haber pronunciado o, bien, agradecer por la palabra que necesitábamos expresar y la dijimos con asertividad. Pidamos al concluir nuestro peregrinar en el 2024, la gracia de ser Oyentes y Servidores de la Palabra que da vida.
“El mundo canta un Amor infinito, ¿cómo no cuidarlo?” (LD 65).