Primera lectura: Hch 4,13-21:
«No podemos callar lo que hemos visto»
Salmo: 118:
«Te doy gracias, Señor, porque me escuchaste»
Evangelio: Mc 16,9-15:
«Proclamen la Buena Noticia»
Sábado de la Octava de Pascua San Anacleto (s. I)
10 Ella fue a contárselo a los suyos, que estaban llorando y haciendo duelo.
11 Ellos, al oír que estaba vivo y se le había aparecido, no le creyeron.
12 Después se apareció con otro aspecto a dos de ellos que iban paseando por el campo.
13 Ellos fueron a contárselo a los demás, pero tampoco a ellos les creyeron.
14 Por último se apareció a los Once cuando estaban a la mesa. Les reprendió su incredulidad y obstinación por no haber creído a los que lo habían visto resucitado.
15 Y les dijo: Vayan por todo el mundo proclamando la Buena Noticia a toda la humanidad.
Seguimos en este primer día de la semana y amanece. Es tiempo de hacer memoria de la nueva creación que arranca con la resurrección de Jesús. Siempre tenemos oportunidad de volver al primer día, siempre la resurrección sigue posibilitando vida en los escombros. Necesita testigos, nos invita a todos, a todas. Escogió a la jovencita María de Nazaret para introducirse en la historia humana y escogió a María de Magdala como la testigo de este prodigio. Escoge a una comunidad discipular para que experimente el sacrificio de la cruz y la fuerza de la vida resucitada. Su fuerza creadora nos convoca. Lo primero es dar testimonio. Experimentarlo en la propia vida y luego anunciarlo, de manera que las palabras sean una descripción fehaciente de lo vivido en la fe. Es una Buena Noticia para todo el mundo, incluida la familia de los seres vivos de la madre tierra. Experimentemos el honor de formar parte de este movimiento universal vivificador. Experimentemos el gozo de haber anunciado a los demás la alegría del evangelio.
“Quizás el Señor toma nuestra entrega para derramar bendiciones en otro lugar del mundo donde nosotros nunca iremos” (EG 279).