Primera lectura: Hch 28,16-20.30-31:
Pablo predicó en Roma
Salmo: 11:
«Los buenos verán tu rostro, Señor»
Evangelio: Jn 21,20-25:
«Este es el discípulo que da testimonio»
7ª Semana de Pascua San Mateo Talbot (1925)
21 Viéndolo, Pedro pregunta a Jesús: Señor, y de éste, ¿qué?
22 Le responde Jesús: Si quiero que se quede hasta que yo vuelva, ¿a ti qué? Tú sígueme.
23 Así se corrió el rumor entre los discípulos de que aquel discípulo no moriría. Pero no le dijo Jesús que no moriría, sino: Si quiero que se quede hasta que yo vuelva, ¿a ti qué?
24 Éste es el discípulo que da testimonio de estas cosas y lo ha escrito; y nos consta que su testimonio es verdadero.
25 Quedan otras muchas cosas que hizo Jesús. Si quisiéramos escribirlas una por una, pienso que los libros escritos no cabrían en el mundo.
Con el final del evangelio de Juan que nos ha acompañado durante el tiempo pascual, concluimos este tiempo litúrgico. Nos disponemos a recibir el regalo que nos da el Resucitado: su Espíritu. Jesús nos invita como Él, a madurar en la fe y en el amor, a partir de esos mismos sentimientos que brotaron de la plena comunión con Dios, su Padre. El discípulo amado asegura que de Jesús se pudieran escribir bibliotecas enteras, pero lo más importante es asegurar el encuentro personal con Él. Tal vez con esa afirmación nos está invitando a ser las nuevas páginas del evangelio encarnado en nuestras propias vidas. Aceptemos esta propuesta de Juan como fruto de este caminar pascual. Que nuestras vidas sean un comentario vivo, una interpretación existencial de esta Buena Noticia. Y que nuestras comunidades cristianas se conviertan en verdaderas parábolas del Evangelio para que el mundo crea. Nos disponemos para participar como comunidades de fe de la vigilia de Pentecostés, pidiendo los dones del Espíritu Santo.
“Mientras nos encontramos aún en camino hacia la plena comunión, tenemos ya el deber de dar testimonio común del amor de Dios a su pueblo” (FT 280).