Primera lectura: 2Cor 4,7-15:
El que resucitó a Jesús también nos resucitará
Salmo: 116:
«Te ofreceré, Señor, un sacrificio de alabanza»
Evangelio: Mt 5,27-32:
No cometerás adulterio
10a Semana Ordinario San Antonio de Padua (1231)
28 Pues yo les digo que quien mira a una mujer deseándola ya ha cometido adulterio con ella en su corazón.
29 Si tu ojo derecho te lleva a pecar, sácatelo y tíralo lejos de ti. Más te vale perder una parte de tu cuerpo que ser arrojado entero al infierno.
30 Y si tu mano derecha te lleva a pecar, córtatela y tírala lejos de ti. Más te vale perder una parte de tu cuerpo que terminar entero en el infierno.
31 Se dijo: Quien repudie a su mujer que le dé acta de divorcio.
32 Pero yo les digo que quien repudia a su mujer –salvo en caso de concubinato– la induce a adulterio, y quien se case con una divorciada comete adulterio.
El adulterio va más allá de lo físico; se refiere a la cosificación y desvalorización de la persona. El papel social de muchos hombres en las relaciones, históricamente, ha perpetuado el control y el poder sobre muchas mujeres, tratándolas como objeto. El "mirar" del evangelio refleja una disposición que demanda responsabilidad, porque puede ser de respeto o degradación. Debemos avanzar hacia relaciones íntimas que trasciendan lo puramente físico y placentero. Valorar al otro como ser humano completo es esencial. El compromiso conyugal exige madurez personal, una llamada a enriquecer la existencia mutua. Perseguir solo la satisfacción personal, en una relación de pareja, es contrario a la Buena Noticia del Amor. La transformación demanda preguntas incisivas: ¿Cómo cambiamos nuestros antivalores arraigados? Muchas mujeres deben empoderarse para rechazar la instrumentalización. Y muchos varones, ¿cómo desvincularse del paradigma machista? Cambiar la mirada implica redescubrir la riqueza de cada individuo y construir relaciones basadas en igualdad y respeto. El texto bíblico nos recuerda la importancia de superar actitudes abusivas, estableciendo vínculos que nutran y enaltezcan el espíritu humano.
“La misericordia de cada persona se extiende a su prójimo, pero la misericordia del Señor alcanza a todos los vivientes” (FT 59).