Primera lectura: Hch 13,44-52:
«Saben que nos dedicamos a los gentiles»
Salmo: 98:
«Los confines de la tierra han contemplado la victoria de Dios»
Evangelio: Jn 14,7-14:
«Quien me ha visto a mí ha visto al Padre»
4a Semana de Pascua Santa Julia Salzano (1929) San Pascual Bailón (1592)
8 Le dice Felipe: Señor, enséñanos al Padre y nos basta.
9 Le responde Jesús: Felipe, hace tanto tiempo que estoy con ustedes ¿y todavía no me conocen? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre: ¿cómo pides que te enseñe al Padre?
10 ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre en mí? Las palabras que yo les digo no las digo por mi cuenta; el Padre que está en mí es el que hace las obras.
11 Créanme que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí; si no, créanlo por las mismas obras.
12 Les aseguro: quien cree en mí hará las obras que yo hago, e incluso otras mayores, porque yo voy al Padre;
13 y yo haré todo lo que pidan en mi nombre, para que por el Hijo se manifieste la gloria del Padre.
14 Si ustedes piden algo en mi nombre, yo lo haré.
Quien ha visto a Jesús, ha visto a Dios con un rostro de Padre entrañable y comprometido. La oración de Felipe es la oración que toda la Iglesia sigue rezando: Señor, enséñanos al Padre y nos basta. Como él no terminamos de comprender el misterio de un Dios que entra vulnerable en nuestra historia. Y será con la resurrección con la que quiere manifestarnos cómo ha sido capaz de vencer el mal con el bien. Somos las comunidades cristianas el nuevo lugar sagrado, el nuevo templo de su bondad. Ya no es necesario viajar allí donde nace la aurora o al templo de Jerusalén para encontrar a Dios (Jn 4, 21). Jesús con su encarnación, muerte y resurrección ha inundado de una nueva sacralidad toda vida y todo lo que existe. Es el infinitamente próximo. Nos pide que sigamos sus pasos, haciendo obras aún mayores. Toda una invitación a experimentar su presencia en la entraña de nuestro corazón y salir en comunidad a la misión de humanizar el mundo.
“Los valores tienden siempre a reaparecer de nuevas maneras, y de hecho el ser humano ha renacido muchas veces a lo que parecía irreversible” (EG 276).