Primera lectura: 2Cor 8,1-9:
Cristo se hizo pobre por nosotros
Salmo: 146:
«Alaba, alma mía, al Señor»
Evangelio: Mt 5,43-48:
«Amen a sus enemigos»
11a Semana Ordinario San Gregorio Barbarigo (1687) San Avito (530)
44 Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, oren por sus perseguidores.
45 Así serán hijos de su Padre del cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos y hace llover sobre justos e injustos.
46 Si ustedes aman sólo a quienes los aman, ¿qué premio merecen? También hacen lo mismo los recaudadores de impuestos.
47 Si saludan solo a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? También hacen lo mismo los paganos.
48 Por tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre de ustedes que está en el cielo.
En esta crisis planetaria, el amor es una llamada a un despertar espiritual para una transformación radical. El amor evangélico no es mero sentimiento, sino una firme decisión, de hacer el bien a cualquier ser humano y a nuestra casa común; conscientes de que existimos gracias a los muchos factores que hacen posible la vida en nuestro entorno. Este amor se nutre de una espiritualidad profunda que supera toda búsqueda egoísta. Como cristianos amamos incluso a nuestros enemigos y oramos por aquellos que nos persiguen. Si logramos entrar en comunión profunda con el Dios creador, origen de todo, podemos amar oblativamente sin interés. Aprender a ver más allá de los actos utilitaristas que condenan a muchas criaturas a satisfacer el egoísmo humano, reconociendo que debe existir un límite saludable para todo. En la sociedad del mérito, ¿cómo contribuir al cuidado del planeta sin esperar nada a cambio? ¿Cómo madurar la calidad de nuestro amor? Como seguidores de Jesús busquemos la perfección de este amor, irradiando compasión y cuidado.
“Dios ha creado todos los seres humanos iguales en los derechos, en los deberes y en la dignidad y los ha llamado a convivir como hermanos entre ellos” (FT 5).
