Primera lectura: Hch 15,22-31:
Decidimos no imponerles más cargas
Salmo: 57:
«Te daré gracias ante los pueblos, Señor»
Evangelio: Jn 15,12-17:
Les mando que se amen unos a otros
5ª Semana de Pascua San Juan Bautista Rossi (1764)
15 Ya no los llamo servidores, porque el servidor no sabe lo que hace su señor. A ustedes los he llamado amigos porque les he dado a conocer todo lo que escuché a mi Padre.
16 No me eligieron ustedes a mí; yo los elegí a ustedes y los destine para que vayan y den fruto, un fruto que permanezca; así, lo que pidan al Padre en mi nombre él se lo concederá.
17 Esto es lo que les mando, que se amen unos a otros.
La despedida de Jesús es fraterna y comprometida. Deja a la comunidad discipular en herencia el mandamiento nuevo del amor. Es la herencia que ha dejado también para cada uno de nosotros. Ese amor maduro y pleno, hasta dar la vida, sólo es posible en la comunión con Dios, manantial inagotable que impulsa la entrega de Jesús hasta las últimas consecuencias. Jesús nos ha llamado para no acostumbrarnos a un amor servil e interesado; quiere que vivamos como Él, amando gratuitamente y dejándonos amar por quienes pone en nuestro camino. Gran tarea nos encarga Jesús para no dejarnos llevar por mezquinos intereses, haciendo de la comunidad cristiana una escuela, una casa, un hospital donde curar las heridas del egoísmo y la maldad. Muchos de los frutos de nuestras relaciones interpersonales son pasajeros, pero Él nos refiere a un fruto que ha de permanecer. Esto es realizable si superamos todos los prejuicios y barreras culturales, religiosas o sociales. Lo que para nosotros no es posible, lo será para Dios si se lo pedimos de corazón.
“Únicamente el Espíritu sabe penetrar en los pliegues más oscuros de la realidad y tener en cuenta todos sus matices, para que emerja con otra luz la novedad del Evangelio” (GE 173).