Primera lectura: Hch 15,1-6:
Controversia en la Comunidad
Salmo: 122:
«Vayamos alegres a la casa del Señor»
Evangelio: Jn 15,1-8:
«Yo soy la vid, ustedes los sarmientos»
5a Semana de Pascua San Arcángel Tadini (1912)
2 Él corta los sarmientos que en mí no dan fruto; los que dan fruto los poda, para que den aun más.
3 Ustedes ya están limpios por la palabra que les he anunciado.
4 Permanezcan en mí como yo permanezco en ustedes. Así como el sarmiento no puede dar fruto por sí solo, si no permanece en la vid, tampoco ustedes, si no permanecen en mí.
5 Yo soy la vid, ustedes los sarmientos: quien permanece en mí y yo en él dará mucho fruto; porque separados de mí no pueden hacer nada.
6 Si uno no permanece en mí, lo tirarán afuera como el sarmiento y se secará: los toman, los echan al fuego y se queman.
7 Si permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pedirán lo que quieran y lo obtendrán.
8 Mi Padre será glorificado si dan fruto abundante y son mis discípulos.
Los discípulos, por su identidad judía, son herederos de la imagen de la vid y los sarmientos. El pueblo de Israel es como una viña plantada por Dios que debe dar frutos a su tiempo (Is 5,1-7) (Sal 79). Ahora Jesús nos habla a todos los pueblos de la tierra. Dios Padre el sembrador de esta viña que es la especie humana, la vid es Jesús, nosotros los sarmientos. En la vid que es Jesús resucitado habita el Espíritu de Dios, la vida del Sembrador que circula por las ramas para que produzcan el fruto del que se extrae el vino nuevo, símbolo del brindis de Dios con su pueblo. Jesús nos admite como “consanguíneos” suyos. La mayor alegría del Padre es que demos frutos. La Eucaristía será el momento más intenso de esta comunicación de vida. Nuestro compromiso permanente es mantenernos vitalmente unidos a la cepa que es Jesús. Los sarmientos unidos a la vid producirán ese vino nuevo del desposorio de Dios con su pueblo.
“No se nos pide que seamos inmaculados, pero sí que estemos siempre en crecimiento, que vivamos el deseo profundo de crecer en el camino del Evangelio, y no bajemos los brazos” (EG 151).