Primera lectura: Hch 14,5-18:
«Conviértanse a Dios»
Salmo: 115:
«No a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu nombre»
Evangelio: Jn 14,21-26:
El Defensor les ensenará todo
5ª Semana de Pascua Santa María Bernarda Bütler (1924)
22 Le dice Judas –no el Iscariote–: Señor, ¿por qué te vas a manifestar a nosotros y no al mundo?
23 Jesús le contestó: Si alguien me ama cumplirá mi palabra, mi Padre lo amará, vendremos a él y habitaremos en él.
24 Quien no me ama no cumple mis palabras, y la palabra que ustedes oyeron no es mía, sino del Padre que me envió.
25 Les he dicho esto mientras estoy con ustedes.
26 El Defensor, el Espíritu Santo que enviará el Padre en mi nombre, les enseñará todo y les recordará todo lo que yo les he dicho.
Jesús nos invita a cumplir los mandamientos, principalmente el mandamiento que impulsa nuestra capacidad de amar. La señal más evidente de que le amamos, será los esfuerzos que realicemos para vivir en comunión con quienes nos rodean. De esta manera nos introduce en el misterio insondable del Dios Trinidad que habita en nosotros y posibilita la vida en comunidades de fe. La Resurrección de Jesús nos introduce en el misterio de la ternura de Dios, en el manantial inagotable de la comunión del Padre, del Hijo y del Espíritu. Es una invitación a experimentar su presencia en los encuentros y sentirnos templos de su amor. Nos abre un camino para vivir a profundidad, con mayor conciencia de lo esencial frente a lo efímero. Sumergidos en las enseñanzas de ese maestro interior que es el Espíritu Santo, el dulce huésped del alma que nos guiará (v 26). Sentir esta presencia trinitaria nos permite anticiparnos a lo eterno. Si nos sostienen los bienes verdaderos, seremos coherentes en el cuidado y defensa de la vida.
“Si lo pedimos confiadamente al Espíritu Santo, y al mismo tiempo nos esforzamos por desarrollarlo con la oración, la reflexión, la lectura y el buen consejo, seguramente podremos crecer en esta capacidad espiritual” (GE 166).