Primera lectura: Hechos 14,21b-27:
Contaron lo que Dios había hecho
Salmo: 145:
«Bendeciré tu nombre por siempre, Dios mío, mi Rey»
Segunda lecura: Apocalipsis 21,1-5a:
Dios enjugará sus lágrimas
Evangelio: Juan 13,31-33a.34-35:
Ámense unos a otros
5º DOMINGO DE PASCUA San Juan I (526)
32 Si Dios ha sido glorificado por él, también Dios lo glorificará por sí, y lo hará pronto.
33 Hijitos, todavía estaré un poco con ustedes.
34 Les doy un mandamiento nuevo, que se amen unos a otros como yo los he amado: ámense así unos a otros.
35 En eso conocerán todos que son mis discípulos, en el amor que se tengan unos a otros.
Durante estos últimos domingos de Pascua hemos estado acompañados por el testimonio de las comunidades cristianas que en los orígenes se vieron en la necesidad de impulsar nuevos ministerios. Hoy, también, nos acompaña un testigo de la victoria de Jesús sobre la muerte, el vidente del Apocalipsis que se autodefine como Juan. Un hermano nuestro que comparte las luchas en favor del Reino con paciencia y muchas pruebas, desterrado en la isla de Patmos (Ap 1,9). Mediante un lenguaje alternativo, lleno de símbolos rescatados de la historia del pueblo, Juan nos ha ido animando a sentir presente al Resucitado. En la representación de una liturgia celestial, expresión suprema del hoy de Dios, invita a ser parte de la profecía del mundo futuro que esperamos. En la lectura del capítulo 21, nos hace soñar con ese desposorio de Dios con la raza humana y nos impulsa a convertirnos en paños que secan las lágrimas de este valle sufriente que atraviesan las mayorías empobrecidas. De esta manera nos ayuda a vivir en el “ya” de nuestra entrega y acciones como Iglesia y el “todavía no” de este movimiento que camina hacia su plena comunión con Dios.
Los Hechos de los apóstoles nos trazan la metodología para sembrar en la historia el dinamismo pascual, convirtiéndonos en una iglesia en salida, fundando comunidades de resucitados, nombrando animadores que acompañen los procesos (Hch 14,26). Sembramos las semillas de relacionalidad alternativa con el mundo. Vemos en esos escasos cinco versículos la visita de Pablo y Bernabé a ocho diferentes lugares, una invitación, un ejemplo para nosotros hoy. ¿Con cuánta apertura recibimos la invitación a visitar enfermos, migrantes o empobrecidos? No todos podemos hacer todo, pero si entre todos podemos hacer mucho. Oremos por esas iniciativas de muchas comunidades cristianas que buscan salir de sí mismas al encuentro de quienes más necesitan.
Para llevar adelante este movimiento evangelizador Jesús nos recuerda el motor de nuestra acción misionera: «ámense los unos a los otros como yo los he amado». Viviendo una íntima relación con El hasta madurar en el amor y decir, parafraseando a San Pablo: “ya no soy yo quien ama, es Cristo quien ama en mí”. Se trata de un trabajo en equipo con Él y en misión compartida con quienes nos rodean. ¿Te sientes de verdad discípulo o discípula del Resucitado, te sientes vidente, testigo del Viviente Jesús que enjuga lágrimas y da esperanza a los últimos de la historia?
“La caridad social nos hace amar el bien común y nos lleva a buscar efectivamente el bien de todas las personas” (FT 182).