31a Semana Ordinario
San Severo (303)
Rom 14,7-12: En la vida y en la muerte somos del Señor
Sal 27: «Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida»
Lc 15,1-10: Habrá alegría en el cielo por un pecador convertido
En aquel tiempo, todos los recaudadores de impuestos y los pecadores se acercaban a escuchar a Jesús.
2 Los fariseos y los doctores murmuraban: Éste recibe a pecadores y come con ellos.
3 Él les contestó con la siguiente parábola:
4 Si uno de ustedes tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿no deja las noventa y nueve en el campo y va a buscar la extraviada hasta encontrarla?
5 Al encontrarla, se la echa a los hombros contento,
6 se va a casa, llama a amigos y vecinos y les dice: Alégrense conmigo, porque encontré la oveja perdida.
7 Les digo que, de la misma manera habrá más fiesta en el cielo por un pecador que se arrepienta que por noventa y nueve justos que no necesiten arrepentirse.
8 Si una mujer tiene diez monedas y pierde una, ¿no enciende una lámpara, barre la casa y busca con mucho cuidado hasta encontrarla?
9 Al encontrarla, llama a las amigas y vecinas y les dice: Alégrense conmigo, porque encontré la moneda perdida.
10 Les digo que lo mismo se alegrarán los ángeles de Dios por un pecador que se arrepienta.
Comentario
Murmurar de quien se equivoca o vive en alguna situación de pecado, era una mala costumbre en tiempos de Jesús. Lamentablemente esta disposición a juzgar se ha mantenido, sobre todo, en ámbitos religiosos. A partir del rostro misericordioso de Dios y de su entrañable interés por salir en nuestra búsqueda, hay siempre una insinuación a promover estos dinamismos en nuestras comunidades eclesiales. Cada persona es valiosa frente a la mirada compasiva de Dios. Aun para quienes no le ama y creen no necesitarlo, Dios siempre espera pacientemente, sin condiciones. En el extravío en el que suelen andar muchas personas y frente al vacío o sinsentido que las atenaza, es bueno saber de personas o espacios comunitarios que no cierran sus puertas al amor sincero. Necesitamos fomentar el espíritu festivo que nos conduzca a valorar esos espacios donde ha sido posible recuperar o rehabilitar la vida. No dejemos de aprovechar las oportunidades que tenemos para salir y compartir el amor y la misericordia de Dios.
“La conversión espiritual, la intensidad del amor a Dios y al prójimo, el celo por la justicia y la paz, el sentido evangélico de los pobres y de la pobreza, son requeridos a todos” (EG 201).
