31a Semana Ordinario
Santa Isabel y Zacarías (s. I)
San Guido María Conforti (1931)
Rom 13,8-10: Amar es cumplir la ley entera
Sal 112: «Dichosos los que temen al Señor»
Lc 14,25-33: Hay que cargar con la cruz y seguirlo
En aquel tiempo, una gran multitud seguía a Jesús. Él se volvió y les dijo:
26 Si alguien viene a mí y no me ama más que a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta su propia vida, no puede ser mi discípulo.
27 Quien no carga con su cruz y me sigue no puede ser mi discípulo.
28 Si uno de ustedes pretende construir una torre, ¿no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla?
29 No suceda que, habiendo echado los cimientos y no pudiendo completarla, todos los que miren se pongan a burlarse de él
30 diciendo: Éste empezó a construir y no puede concluir.
31 Si un rey va a enfrentarse en batalla contra otro, ¿no se sienta primero a deliberar si podrá resistir con diez mil al que viene a atacarlo con veinte mil?
32 Si no puede, cuando el otro todavía está lejos, le envía una delegación a pedir la paz.
33 Lo mismo cualquiera de ustedes: Quien no renuncie a sus bienes no puede ser mi discípulo.
Comentario
Jesús recuerda tres condiciones indispensables para toda persona que se entusiasma con la causa del Reino. La primera de ellas, situar el amor de Dios en el centro del corazón como motor e impulso, por encima de los afectos y deseos humanos; la segunda, no se puede obviar la “cruz”, porque la entrega generosa de la vida nos ayudará a no seguir el camino opuesto. La tercera, renunciar a la codicia, el culto al ego y a la idolatría.
El evangelio, además, nos invita a meditar sobre la forma en que administramos el mayor tesoro que poseemos: la vida. Parte de eso que atesoramos es el don de la fe como personas creyentes. Si no cultivamos esa fe y gracia recibida, seguro nos faltarán fuerzas para responder a las dinámicas de amor gratuito, sin preferencias. No se puede ser discípulo o discípula sólo a partir de un entusiasmo inicial, necesitamos ser constantes y sabios para medir nuestras fuerzas. Son muchas las tentaciones en el camino y muchas las cosas que buscan apartarnos de Dios.
“Sabemos bien que la vida con Él se vuelve mucho más plena y que con Él es más fácil encontrarle un sentido a todo. Por eso evangelizamos” (EG 266).
