31a Semana Ordinario
San Carlos Borromeo (1584)
Rom 12,5-16a: Cada miembro está al servicio de los otros
Sal 131: «Guarda mi alma en la paz junto a ti, Señor»
Lc 14,15-24: «Vengan; ya todo está preparado»
En aquel tiempo, uno de los invitados dijo a Jesús: ¡Dichoso el que se siente al banquete del reino de Dios!
16 Jesús le contestó: Un hombre daba un gran banquete, al que invitó a muchos.
17 Hacia la hora del banquete envió a su sirviente a decir a los invitados: Vengan; ya todo está preparado.
18 Pero todos, uno tras otro, se fueron disculpando. El primero dijo: He comprado un terreno y tengo que ir a examinarlo; te ruego me disculpes.
19 El segundo dijo: He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlos; te ruego me disculpes.
20 El tercero dijo: Me acabo de casar y no puedo ir.
21 El sirviente volvió a informar al dueño de casa. Éste, irritado, dijo al sirviente: Sal rápido a las plazas y calles de la ciudad y trae aquí a pobres, mancos, ciegos y cojos.
22 Regresó el sirviente y le dijo: Señor, se ha hecho lo que ordenabas y todavía sobra lugar.
23El señor dijo al sirviente: Ve a los caminos y veredas y oblígalos a entrar hasta que se llene la casa.
24 Porque les digo que ninguno de aquellos invitados probará mi banquete.
Comentario
San Pablo les escribe a los cristianos de Roma exhortándoles a cuidar sus relaciones de comunidad, a no fingir en el amor, sino a ser sinceros. No caer en la tentación de servir o ayudar sólo por compromiso, para conservar las apariencias y que los alaben. A practicar la humildad, sin sentirse superiores, comprendiendo a los demás, descubriendo en cada uno la presencia viva de Dios. Esto nos lo recuerda el evangelio a partir de la imagen del banquete preparado por Dios. Lo que para el mundo judío se había convertido en un banquete exclusivo para elegidos, piadosos y buenos, en el Reino de Dios, será una comida con lugares asegurados para todos, incluso para quienes ni se sabían invitados o nunca imaginaron que podrían participar. Nuestras comunidades creyentes deben disponerse para ser espacios abiertos donde todas las personas se sientan valoradas e incluidas, evitando el exclusivismo en los grupos y movimientos eclesiales. Nuestra vida cristiana ha de cultivar la cultura del encuentro, del buen trato y evitar toda clase de abusos y exclusión.
“Para la Iglesia la opción por los pobres es una categoría teológica antes que cultural, sociológica, política o filosófica. Dios les otorga su primera misericordia” (EG 198).
