30a Semana Ordinario
San Marcelo, mártir (s. III)
Rom 8,31b-39: Nadie podrá apartarnos del amor de Dios
Sal 109: «Sálvame, Señor, por tu bondad»
Lc 13,31-35: No cabe que un profeta muera fuera de Jerusalén
En aquel tiempo se acercaron unos fariseos a decirle a Jesús: Sal y retírate de aquí, porque Herodes intenta matarte.
32 Jesús les contestó: Vayan a decir a ese zorro: mira, hoy y mañana expulso demonios y realizo sanaciones; pasado mañana terminaré.
33 Con todo, hoy y mañana y pasado tengo que seguir mi viaje, porque no puede ser que un profeta muera fuera de Jerusalén.
34 ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los enviados, cuántas veces quise reunir a tus hijos como la gallina reúne a los pollitos bajo sus alas; y tú no quisiste!
35 Por eso, la casa de ustedes quedará desierta. Les digo que no me verán hasta el momento en que digan: Bendito el que viene en nombre del Señor.
Comentario
Pablo nos recuerda que el amor de Dios siempre estará para fortalecernos, sanando y dignificando nuestra vida. Nada puede separarnos de ese vínculo, ni siquiera nosotros mismos. Siempre podremos volver a la fuente de este amor, no sólo en las dificultades. No podemos obviar que el mundo necesita de esta buena noticia, porque es precisamente la falta de ese amor la que va generando tanto daño y sufrimiento. Aquello que no se hace por amor, se va desvirtuando y se convierte en una pesada carga. Las deformaciones del amor terminan cosificando a las personas, manipulando emociones y creando dependencias. ¿Cuidamos nuestros encuentros personales con Dios para ser presencia de su amor? Ya que como indica el salmista, Dios: “se puso a la derecha del pobre” de sus lamentos y nos pide ser solícitos ante ellos. En el evangelio Jesús denuncia con valentía el abuso de quienes detentan el poder y no se interesan por el bienestar de las mayorías. El amor cristiano auténtico también denuncia toda forma de egoísmo.
“Amor a Dios y amor al prójimo se funden entre sí: en el más humilde encontramos a Jesús mismo y en Jesús encontramos a Dios.” (DCE 15).
