3º DE ADVIENTO
San Juan de la Cruz (1591)
Isaías 35,1-6.10: Dios en persona los salvará
Salmo 146: «Ven, Señor, sálvanos»
Santiago 5,7-10: Manténganse firmes
Mateo 11,2-11: «¿Eres tú el que ha de venir?»
Juan oyó hablar en la cárcel de la actividad del Mesías y le envió este mensaje por medio de sus discípulos:
3 ¿Eres tú el que había de venir o tenemos que esperar a otro?
4 Jesús respondió: Vayan a contar a Juan lo que ustedes ven y oyen:
5 los ciegos recobran la vista, los cojos caminan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, los pobres reciben la Buena Noticia;
6 y, ¡feliz el que no tropieza por mi causa!
7 Cuando se fueron, se puso Jesús a hablar de Juan a la multitud:
8 ¿Qué salieron a contemplar en el desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? ¿Qué salieron a ver? ¿Un hombre elegantemente vestido? Miren, los que visten elegantemente habitan en los palacios reales.
9 Entonces, ¿qué salieron a ver? ¿Un profeta? Les digo que sí, y más que profeta.
10 A éste se refiere lo que está escrito: Mira, yo envío por delante a mi mensajero para que te prepare el camino.
11 Les aseguro: de los nacidos de mujer no ha surgido aún alguien mayor que Juan el Bautista. Y sin embargo, el último en el reino de los cielos es mayor que él.
Comentario
Las lecturas en su conjunto son una invitación a la esperanza en tiempos mejores. Isaías proclama la visión de un desierto floreciente, invitándonos a descubrir los brotes de vida en los desiertos de nuestras ciudades y pueblos. En un continente donde la sequía espiritual y social a menudo prevalece, esta imagen de regocijo y rejuvenecimiento nos lleva a mirar con aprecio a las personas que se esfuerzan por ser mejores y seguir el camino correcto. No será difícil encontrar esas manos débiles y rodillas vacilantes que podemos fortalecer, ya que en algún momento seremos nosotros quienes recibiremos el consuelo de parte de Dios.
En los espacios habitados por Dios, se comienza a ver con claridad, se avanza a nuevas formas de vida y las limitaciones dejan de serlo, para convertirse en oportunidades humanizadoras. La implantación de la justicia capaz de resarcir los daños causados por el mal, genera esperanza en aquellas personas marginadas y olvidadas. Además, el regreso de todos a la comunión y al cuidado mutuo es motivo de alegría plena.
La carta de Santiago nos habla de manera escatológica, invitándonos a la paciencia histórica. Comprender que, en el devenir de los acontecimientos, existe la oportunidad de regenerar lo que se ha debilitado. La imagen del labrador paciente que aguarda con perseverancia, es sugerente para aquellas personas que nos desesperamos con facilidad y nos impacientamos al no ver resultados inmediatos. La exhortación a la paciencia se vuelve esencial en la búsqueda comunitaria de respuestas a las grandes inquietudes humanas contemporáneas.
En el evangelio, Juan el Bautista, encarcelado, quiere saber si Jesús será capaz de continuar con la misión por él iniciada. Y Jesús atestigua que el consuelo de Dios está llegando. Esta respuesta se convierte en una invitación a reconocer la mano de Dios en medio del sufrimiento. La identificación de Juan como profeta insiste en la necesidad de un cristianismo más audaz y menos acomodado. Hay una invitación a caminar lejos de pretensiones de poder y protagonismos. La humildad ha de ser el distintivo de quienes se deciden seguir el camino de la Buena Nueva del Reino.
En resumen, estas lecturas nos motivan a vivir el adviento como tiempo propicio para ser testigos del consuelo de Dios. No le encontraremos en el bullicio comercial, ni en las luces o fuegos artificiales. Le descubriremos en los desiertos de la vida, donde el hambre de Dios nos permita reconocernos necesitados de amor sincero.
“Señor, haznos portadores de esperanza, para que donde haya oscuridad reine tu luz, y donde haya resignación renazca la confianza en el futuro” (Papa Francisco).
