Feria privilegiada de Adviento
San Juan Cancio (1473)
Is 62, 1-5: Las naciones verán tu justicia
Sal 88: Proclamaré sin cesar la misericordia del Señor
Hch 13, 16-17. 22-25: Dios hizo nacer para Israel un Salvador
Mt 1, 18-25: La virgen concebirá y dará a luz un hijo
El nacimiento de Jesús, Mesías, sucedió así: su madre, María, estaba comprometida con José, y antes del matrimonio, quedó embarazada por obra del Espíritu Santo.
19 José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, pensó abandonarla en secreto.
20 Ya lo tenía decidido, cuando un ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: -José, hijo de David, no temas recibir a María como esposa tuya, pues la criatura que espera es obra del Espíritu Santo.
21 Dará a luz un hijo, a quien llamarás Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.
22 Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por medio del profeta:
23 Mira, la virgen está embarazada, dará a luz a un hijo que se llamará Emanuel -que significa: Dios con nosotros-.
24 Cuando José se despertó del sueño, hizo lo que el ángel del Señor le había ordenado y recibió a María como esposa.
25 Y sin haber mantenido relaciones dio a luz un hijo, al cual llamó Jesús.
Comentario
El relato del nacimiento de Jesús destaca la acción de Dios en medio de circunstancias difíciles y desafiantes. María, ¿embarazada por obra del Espíritu Santo? Esto desencadenaría preocupación y dudas, tanto en su familia como en su prometido. El embarazo de María se dio en el período en el que los novios todavía no vivían juntos, aunque legalmente estaban casados. José, es presentado como hombre justo, no sólo por el dilema ético o su intención de abandonar a María en secreto, sino porque el protagonismo de este proyecto es todo de Dios. Un llamado a nuestros liderazgos para que caminen con humildad y siempre con Dios por delante. Sigamos el ejemplo de María y José que fueron dóciles al querer divino, dejándose transformar en promotores del amor, la confianza y la justicia. El pequeño niño es llamado, “Dios con nosotros”, regalándonos en nuestra fragilidad y pequeñez la gracia de ser portadores de su luz. Es noche buena y nos corresponde pensar cómo irradiar la bondad de Dios.
“El Evangelio de la familia alimenta también estas semillas que todavía esperan madurar, y tiene que hacerse cargo de los árboles que han perdido vitalidad y necesitan que no se les descuide” (AL 76).
