32º Semana Ordinario
San Josafat (1623)
Sab 6,1-11: «A ver si aprenden a ser sabios»
Sal 82: «Levántate, oh Dios, y juzga a la Tierra»
Lc 17,11-19: «Ponte de pie y vete; tu fe te ha salvado»
En aquel tiempo, yendo Jesús de camino hacia Jerusalén, atravesaba Galilea y Samaria.
12 Al entrar en un pueblo, le salieron al encuentro diez leprosos, que se pararon a cierta distancia
13 y alzando la voz, dijeron: Jesús, Maestro, ten piedad de nosotros.
14 Al verlos, les dijo: Vayan a presentarse a los sacerdotes. Mientras iban, quedaron sanos.
15 Uno de ellos, viéndose sano, volvió glorificando a Dios en voz alta,
16 y cayó a los pies de Jesús, rostro en tierra, dándole gracias. Era samaritano.
17 Jesús tomó la palabra y dijo: ¿No recobraron la salud los diez? ¿Y los otros nueve dónde están?
18 ¿Ninguno volvió a dar gloria a Dios, sino este extranjero?
19 Y le dijo: «Ponte de pie y vete; tu fe te ha salvado..
Comentario
La liturgia de la palabra nos abre al horizonte de la gratuidad, particularmente expresado en el servicio generoso y solidario a favor de las personas más vulnerables “el desvalido, el huérfano, el humilde y el necesitado”. Indigna y defrauda cada vez más a los pueblos que sus líderes políticos, teniendo los medios y la responsabilidad social no atiendan al pueblo desprotegido. Asistimos a escenarios donde prevalecen el populismo y el clientelismo que fomentan la dependencia y la desigualdad. Jesús, por su parte, se dispone a generar bienestar a través del servicio compasivo y desinteresado. Asistimos a la curación de diez leprosos, a quienes Jesús reincorpora a la vida de comunidad invitándoles a presentarse limpios como manda la Ley. Nueve de ellos se quedan en mero cumplimiento, seguro sabiéndose afortunados o merecedores de la curación, pero, solamente uno, el que era samaritano, fue capaz de experimentar la gratuidad y la misericordia. Aprendamos a compartir, en justicia, no lo que nos sobra, no por obligación, sino en correspondencia a tanto bien recibido.
“Los migrantes no son considerados suficientemente dignos para participar en la vida social como cualquier otro, y se olvida que tienen la misma dignidad intrínseca de cualquier persona” (FT 39).
