Primera lectura: 1Cor 2,10b-16:
A nivel humano, no capta lo que es el Espíritu
Salmo: 145:
El Señor es justo en todos sus caminos
Evangelio: Lc 4,31-37:
Los espíritus inmundos le obedecen
22ª Semana Ordinario San Gregorio Magno (604)
31 bajó Jesús a Cafarnaún, ciudad de Galilea, y los sábados enseñaba a la gente.
32 Estaban asombrados de su enseñanza porque hablaba con autoridad.
33 Había en la sinagoga un hombre poseído por el espíritu de un demonio inmundo, que se puso a gritar:
34 ¿Qué tienes que ver con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres: ¡el Consagrado de Dios!
35 Jesús le increpó diciendo: ¡Calla y sal de él! El demonio lo arrojó al medio y salió de él sin hacerle daño.
36 Se quedaron todos desconcertados y comentaban entre sí: ¿Qué significa esto? Manda con autoridad y poder a los espíritus inmundos, y salen.
37 Su fama se difundió por toda la región.
La Carta a los Hebreos (4,12) podría definir muy bien este episodio: La Palabra de Dios es eficaz, más cortante que espada de doble filo. En nuestra experiencia de fe, asumimos que Jesús mismo es esa Palabra de Dios y en esa misma fe debemos sentirnos interpelados. El pasaje del evangelio nos presenta a un Jesús que es causa de asombro. Su presencia inquieta a sus contemporáneos e incluso a los demonios de su tiempo. Si la clave de lectura es el asombro, bien puede ser aplicada a nuestras comunidades en las que a veces acomodamos el Evangelio a nuestra medida. Le quitamos vida, y los demonios nuestros incluso se acomodan para convivir con nosotros. Cuando sucede esto caemos en la mundanidad que ahoga las iniciativas al punto tal de dejarnos sin el fuego profético. Probablemente sea oportuno enfrentarnos a los demonios que nos paralizan, enmudecen y enceguecen para hacer resonar ahí la Palabra de Dios, a Jesús mismo, y generar así una renovación de las comunidades.
“Jesús no solo proclama el amor insondable de Dios a todos sus hijos e hijas. Al mismo tiempo ofrece en su nombre vida sana, perdón y salvación” (J. Pagola).