Primera lectura: Ez 36,23-28:
Les daré un corazón nuevo
Salmo: 51:
Derramaré sobre ustedes un agua que los purificará
Evangelio: Mt 22,1-14:
A todos los que encuentren, invítenlos a la boda
20ª Semana Ordinario Santa María, Reina
2 El reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo.
3 Envió a sus sirvientes para llamar a los invitados a la boda, pero éstos no quisieron ir.
4 Entonces envió a otros sirvientes encargándoles que dijeran a los invitados: Tengo el banquete preparado, mis mejores animales ya han sido degollados y todo está a punto; vengan a la boda.
5 Pero ellos se desentendieron: uno se fue a su campo, el otro a su negocio;
6 otros agarraron a los sirvientes, los maltrataron y los mataron.
De nuevo en esta parábola Jesús compara el proyecto de Dios, su Padre, con un banquete alternativo que necesita de corazones bien dispuestos. El contraste es con los banquetes ofrecidos por los poderosos de este mundo, a los que se invita a la gente importante y donde se practica la violencia, incluso la destrucción, hasta llegar a incendiar la ciudad. El banquete del Reino es una invitación radicalmente diferente. Responde a lo que ya había profetizado Isaías: «El Señor ofrecerá a todos los pueblos, en este monte, un festín de manjares suculentos, un festín de vinos añejos, manjares deliciosos, vinos generosos» (Is 25,6-9). A este banquete se invitará a los últimos de la historia. Se irá a las periferias del mundo a invitar a buenos y malos. A migrantes, indígenas, mujeres y niños. ¡Cómo cambiaría nuestra sociedad si optáramos primero por las víctimas, invitándoles a sentarse a la mesa de la fraternidad vistiéndolas de dignidad, del vestido de la justicia del Reino! Nuestras comunidades cristianas están invitadas a celebrar en mesas compartidas la presencia del Reino.
“Si escuchamos a Jesús, nos sentiremos invitados a salir de nuestro conformismo” (J. Pagola).