Primera lectura: Ez 24,15-24:
Ezequiel les servirás de señal
Salmo: Interleccional Deut 32:
“¡Despreciaste a la Roca que te engendró!”
Evangelio: Mt 19,16-22:
Vende lo que tienes, tendrás un tesoro en el cielo
20ª Semana Ordinario San Juan Eudes (1680)
17 Jesús le contestó: ¿Por qué me preguntas acerca de lo que es bueno? Uno solo es el bueno. Si quieres entrar en la vida guarda los mandamientos.
19 honra al padre y a la madre, y amarás al prójimo como a ti mismo.
20 El joven le dijo: Todo eso lo he cumplido, ¿qué me queda por hacer?
21 Jesús le contestó: Si quieres ser perfecto, ve, vende tus bienes, dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo; después sígueme.
22 Al oírlo, el joven se fue triste, porque era muy rico.
El tema central de este texto, que ha sido tantas veces reflexionado en la historia de la Iglesia y que ha desencadenado tantas propuestas de vida cristiana, es el seguimiento de Jesús. Jesús es el Hijo de Dios que entró en la historia humana desarmado y pobre. El joven que le pregunta sobre cómo alcanzar la vida eterna está pensando sólo en su salvación personal. Jesús quiere abrirle a otra dimensión de la Salvación: le está invitando a seguirle como discípulo en la construcción de la sociedad de iguales. Jesús piensa en grande, en formar parte, ya aquí, de esa comunidad soñada por el Dios del Reino. Y le invita a sumarse a esta oferta. El joven tenía el corazón apegado al dinero. Y es precisamente el apego al dinero el más grande contrincante de la comunidad del Reino. Ese apego cierra el corazón al sufrimiento de los empobrecidos del mundo y nos imposibilita ser discípulos del movimiento de Jesús. ¿Sentimos nosotros también hoy esa invitacióna ser discípulos y discípulas para acompañar a Jesús en las tareas del Reino?
“La persona se va acercando a la felicidad cuando va aprendiendo a liberarse, a no tener apegos” (J. Pagola).