Primera lectura: Ef 1,1-10:
Nos eligió en Cristo, antes de crear el mundo
Salmo: 98:
El Señor da a conocer su victoria
Evangelio: Lc 11,47-54:
Se pedirá cuenta de la sangre de los profetas
28ª Semana Ordinario San Ignacio de Antioquía (s. II)
48 Así se convierten en testigos y cómplices de lo que hicieron sus padres; porque ellos los mataron y ustedes construyen los mausoleos.
49 Por eso dice la Sabiduría de Dios: Les enviaré profetas y apóstoles; a algunos los matarán y perseguirán.
50 Así se pedirá cuenta a esta generación de toda la sangre de profetas derramada desde la creación del mundo:
51 desde la sangre de Abel hasta la de Zacarías, asesinado entre el altar y el santuario, sí, les aseguro que a esta generación, se le pedirán cuentas de todo esto.
52 ¡Ay de ustedes, doctores de la ley, que se han quedado con la llave del saber: ustedes no han entrado y se lo impiden a los que quieren entrar!
53 Cuando salió de allí, los letrados y los fariseos se pusieron a atacarlo violentamente y a hacerle preguntas malintencionadas.
54 Le acosaban para ver si lo atrapaban en alguna palabra salida de su boca.
La relación entre Jesús y los maestros de la Ley es cada vez más tensa. Los escribas representan el establecimiento, el poder y las estructuras religiosas opresoras. Jesús asume la actitud de profeta. Al denunciar cómo sus padres asesinaron a los profetas y ahora ellos les levantan mausoleos, pone en evidencia la doblez y la hipocresía del sistema religioso imperante y de sus representantes. Hoy sucede algo parecido en nuestra realidad social y eclesial. ¡Cuántos profetas y mártires de nuestra historia latinoamericana que ayer fueron perseguidos, condenados y ejecutados, hoy son admirados por cúpulas eclesiásticas y políticas! También los bautizados estamos llamados a ejercer nuestra vocación profética. Es bueno recordar aquí que el profeta es la persona elegida y llamada por Dios para “prestarle” su boca. El profeta habla en nombre de Dios. Cuestiona, confronta al pueblo y a sus dirigentes frente a situaciones de injusticia, violencia y corrupción. Pero también es faro que ilumina ofreciendo la esperanza, la paz y la liberación de Dios. ¿Cómo vives la vocación profética que recibiste en el bautismo?
“Jesús no podía promover el reino de Dios como un proyecto de justicia y compasión para los excluidos y rechazados sin provocar la persecución” (J. Pagola).