Primera lectura: Deuteronomio 4,1-2.6-8:
Guarden los mandamientos del Señor
Salmo: 15:
“Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda?”
Segunda lectura: Santiago 1,17-18.21b-22.27:
Lleven la Palabra a la práctica
Evangelio: Marcos 7,1-8.14-15.21-23: :
Dejan el mandamiento de Dios y se aferran a las tradiciones
22º Ordinario San Gil (s. VII)
2 Vieron que algunos de sus discípulos comían con manos impuras, es decir, sin lavárselas
3 –porque los fariseos y los judíos, en general, no comen sin antes lavarse cuidadosamente las manos, observando la tradición de sus mayores;
4 y si vuelven del mercado, no comen si no se lavan totalmente; y observan otras muchas reglas tradicionales, como el lavado de copas, jarras y ollas y mesas–.
5 De modo que los fariseos y los letrados le preguntaron: ¿Por qué no siguen tus discípulos la tradición de los mayores, sino que comen con manos impuras?
6 Les respondió: Qué bien profetizó Isaías de la hipocresía de ustedes cuando escribió: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí;
7 el culto que me dan es inútil, ya que la doctrina que enseñan son preceptos humanos.
8 Ustedes descuidan el mandato de Dios y mantienen la tradición de los hombres.
14 Llamando de nuevo a la gente, les dijo: Escuchen todos y entiendan.
15 No hay nada afuera del hombre que, al entrar en él, pueda contaminarlo. Lo que lo hace impuro, es lo que sale de él.
21 De dentro, del corazón del hombre salen los malos pensamientos, fornicación, robos, asesinatos,
22 adulterios, codicia, malicia, fraude, desenfreno, envidia, blasfemia, arrogancia, desatino.
En nuestros días, y ya desde algunos años, suena en muchos ambientes eclesiales la palabra ‘reforma’. Están quienes ven con temor o con sospecha esta palabra y quienes reciben con ánimo festivo la posibilidad de un cambio. En nuestra Iglesia latinoamericana más específicamente se habla de reforma como conversión pastoral, invitando a dejar de lado lo caduco que que crea obstáculos a la cultura del encuentro. Acercarnos al evangelio de este día puede darnos claves “naturales” para entender que la reforma no es otra cosa que volver a la Palabra fundante de nuestro peregrinar.
Jesús fue puesto bajo sospecha por presentar un nuevo rostro de Dios y por darnos un modo distinto de relacionarnos con él. Muchos de sus contemporáneos vivían bajo el yugo de un Dios exigente siguiendo los parámetros de una religión teñida de temor. La manera de acceder a Dios y vincularse con él era cumplir una lista interminable de prescripciones. La a educación disciplinar de escribas y fariseos, que interpretaban lo justo y lo correcto, regía el comportamiento de las personas y el esquema, rigurosamente impuesto, resultaba facilitaba el controlar y señalar el error que condena y margina.
Pero todo rigorismo es estéril. Los discípulos de Jesús, que aparentemente no siguen “la tradición de los mayores”, tienen otro modo de vincularse con el Padre, que es justo y misericordioso. Todo comienza en esta experiencia distinta de relacionarse con Dios, siempre abierta a la novedad y alejada de los juicios. El camino sugerido no es una religión mediadora entre Dios y los hombres sino animarnos a responder a un Dios que invita a estar con él y a cultivar la espiritualidad del Reino. Es decir, ser parte de un encuentro íntimo,personal, que genera la necesidad de re-ligarse a un proyecto comunitario de vida nueva.En este sentido, la primera lectura subraya que Dios es único, cercano y capaz de hacer una Alianza incondicional con su Pueblo. Y de forma más radical, la Carta de Santiago nos impulsa a purificar el vínculo con Dios haciéndonos ver que la religión no se sostiene en reglas sino más bien en la cercanía y el cuidado de los más vulnerables.
En definitiva, Jesús es siempre interpelante para un camino de reforma. El binarismo puro- impuro no sólo impide el encuentro con Dios sino que opera en lo superficial y en las apariencias. Lo que realmente importa es convertir las mociones interiores educando los impulsos egoístas con el ejercicio constante de la misericordia.
“Dios ha sembrado en el interior del ser humano la aspiración a ser plenamente feliz” (J. Pagola).